martes, 17 de septiembre de 2013

Soledad

El ser humano es social por naturaleza, y en soledad busca alguien en quien refugiarse.
Las personas somos números en una escala de grados de calor, cuanta más personas estén juntas mayor en la escala y mayor el calor. Mientras, el sufrimiento es frío, que unido a la soledad se transforma en el más frío de los inviernos. En esta estación del año muchos se acercan al solitario porque saben con certeza que su presencia les hará bien y no será difícil conseguir su debilitado calor. A pesar de ello se alejan de él cuando 'el número' transformado en calor les rodea.
Pero el calor se evapora con el tiempo, y la edad arrastra temores, dolor, remordimientos, rencor, ira y, sobre todo, soledad.
El sufrimiento se padece sólo, nadie comparte tu dolor porque tan solo lo conoce tu mente. Ese daño que se siente te hace experimentar una soledad radical que llega a tal punto que necesitas a alguien superior, sobrenatural y sobrehumano que te cuide: un gran padre o una gran madre que te haga sentir que siempre estarán contigo, que te entienden y sufren contigo ese tormento. La fe deja tu alma en tal estado de paz que te ayuda a superar todo calvario. Una fortaleza que solo te da la fe.
Santa Teresa de Jesús, quien escribió cómo se sentía estando gravemente enferma, decía así: "Hablaba mucho de Dios, de manera que edificaba a todas, que se espantaban de la paciencia que el Señor me daba; porque a no venir de mano de Su Majestad, parecía imposible poder sufrir tanto mal con tanto contento".
El mayor de los grados de calvario es aquel en el que el pensamiento de un fallecimiento es inminente e irrevocable, ahí es cuando la mente o decide dejarse caer en la fe, o la locura acabará por despedazarle el alma.


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