En la oscuridad de un túnel sin salida se
encontraba, sin saber cómo salir ni a quién preguntar. Allí había cientos de
seres, buscando calor, buscando un humilde corazón que le ayudase a superar las
desgracias, pero nadie se acerca a su lado, solo caminan como almas que en el
purgatorio no terminan de curar.
Su imagen se desangra en un río de caminos
necios, no encaja en un mundo de sonrisas falsas y momentos tardíos. Sus ojos
en blanco miran al más allá anhelando un momento desierto de soledad.
Ahí estaba, al fin, en el barranco del
infinito, a un paso de sus pies la falsedad a cien años de su interior la
honestidad. Le engaña en cada instante hasta quitarle cada suspiro y la eterna
tortura que le despedaza su mentira.
En la hendidura de sus heridas, en los
huecos de sus venas, en el vacío de su alma que se condena sin cesar.
El mundo es un señuelo del que no te debes
fiar, que te engaña sin consuelo alguno, que te abruma sin desahogo, un lugar
de esfuerzo, abandono y dificultad, en el que solo vives y solo vas sucumbir
para en el peor momento reencontrarte con el espejo de los sueños muertos.
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